Ciudad de leyenda, gracias a
la célebre historia de los amantes de Teruel, guarda rincones llenos de
encanto, como la céntrica plaza del Torico, el acueducto de los arcos o
el popular paseo del Óvalo.
Y, ya en las afueras,
aparecen referencias al Teruel más moderno, ya que allí se ubican el
Palacio de congresos y Dinópolis, un parque temático sobre dinosaurios.
Albarracín, villa declarada Monumento Nacional, Mora de Rubielos y otras
localidades del entorno serán el mejor complemento a la visita a la
capital turolense.
Desde épocas muy
tempranas, se asentaron diversas civilizaciones prehistóricas e iberas
en las inmediaciones de la actual Teruel. El surgimiento y el desarrollo
de esta urbe alcanzaría su máximo apogeo durante la Edad Media, momento
en que el perímetro de la villa fue amurallado, al encontrarse en tierra
cristiana fronteriza con el reino musulmán de Valencia.
Precisamente la
influencia islámica ha dejado en Teruel y en Aragón el más importante
conjunto monumental mudéjar de España, estilo que fusionó el gótico con
elementos arquitectónicos musulmanes.
Las calles más
céntricas de la ciudad desembocan en la
plaza del Torico,
en cuyo centro se levanta una columna rematada por la pequeña escultura
de un toro, convertido en el emblema de la ciudad. En torno a la plaza
se pueden admirar varias fachadas modernistas de principios del siglo XX,
como la Casa Ferrán
o La Madrileña. Muy cerca se encuentra la
Casa de la Comunidad
(s. XVI), hermosa edificación renacentista que fue antigua sede del
Concejo y que en la actualidad alberga el
Museo Provincial.
En el interior de este recinto se exponen diversos hallazgos
arqueológicos y una colección de cerámica turolense.
Otra interesante
muestra pictórica es la que contiene el Museo Diocesano, ubicado en el
Palacio Episcopal
(ss. XVI-XVII).
Para conocer el
patrimonio mudéjar turolense hay que acercarse hasta la
Catedral,
construida en el siglo XIII sobre una iglesia anterior y de la que
destaca su torre cuadrada con decoración cerámica. En el interior del
recinto catedralicio llama la atención sobre todo la rica ornamentación
de su artesonado mudéjar, uno de los más importantes de los que se
conservan en el país.
Sobre el perfil
de la ciudad destacan otras torres mudéjares de gran interés. En la
calle Nueva se alza la de
San Salvador,
con su fachada de ladrillo, arquerías dobles y rica decoración de
detalles cerámicos.
Son casi
idénticas a la anteriormente mencionada la
torre de la iglesia de San Martín
(s. XIV) y la de San
Pedro. Una capilla de la iglesia de
San Pedro hace referencia a la famosa historia de los
amantes de Teruel.
Cuenta la leyenda que en el siglo XIII los jóvenes Diego e Isabel
murieron por causa de un amor imposible. Dos sepulcros con las figuras
esculpidas de los amantes, de Juan de Ávalos, acogen los cuerpos
momificados de los amantes.
Por las calles
en las que en otro tiempo se levantaban las murallas de la ciudad
aparecen nuevas sorpresas para el visitante, como el
acueducto de los arcos,
construcción del siglo XVI que atraviesa el barranco que corta la
ciudad, o la pintopaseo
del Óvaloa neomudéjar del paseo del
Óvalo. Saliendo de la parte histórica aparecen referencias al Teruel más
moderno. En la parte nueva merece la pena acercarse hasta el
Parque de los Fueros de Aragón,
sin olvidar visitar el moderno Palacio de congresos y Dinópolis, un
parque temático sobre dinosaurios.
Gastronomía y alrededores
La gastronomía
turolense tiene su principal fuente de inspiración en el cerdo, del que
se extraen embutidos y excelentes jamones protegidos bajo la
Denominación de Origen Jamón de
Teruel. Son típicas también las migas
(a base de pan y carne de cerdo), las sopas de ajo y el
cordero asado o ternasco,
también con Denominación de Origen. De Alcañiz y de la ribera del Jiloca
son propias las
longanizas (una variedad de embutido)
y la perdiz escabechada. La repostería turolense pasa por los deliciosos
suspiros de amante
(postre hecho a base de queso y huevo). Como alternativa, se pueden
saborear los melocotones
de Calanda.
Junto a la
capital turolense se encuentran históricas localidades como
Albarracín,
Albarracín es toda ella
museo. Posee un castillo de origen árabe, murallas, arte renacentista en
la parroquia , el Palacio Episcopal con un museo, casonas y palacios.
Albarracín, reconocida
como monumento nacional desde 1961, es una ciudad que cautiva a primera
vista gracias al celo con que se ha preservado su arquitectura
tradicional.
El Parque Cultural de
Albarracín, a través de muestras de arte postpaleolítico de entre 6000 y
1000 años a. C. deja constancia de la antigüedad de sus asentamientos.
Identificada como la
Lobetum celtibérica, es de la época de la dominación romana de la que
quedan más restos: unas lápidas que aparecen en el basamento de la
catedral y el impresionante acueducto de 18 km que iba de Albarracín a
Cella.
Paseando por empinadas
callejuelas con abolengo moruno, se puede topar con joyas como la plaza
Mayor. En ella se encuentra el ayuntamiento: desde una de sus alas se
abre un impresionante mirador sobre el río Guadalaviar. La actual
catedral de El Salvador, adosada al antiguo Palacio Episcopal, fue
construida en el s. XVI. En el Museo Diocesano, ubicado en el Palacio se
expone una valiosa colección de tapices flamencos.
Son famosos sus mayos.
El primer día de mayo los mozos recorren la ciudad entonando los mayos,
ronda nocturna de exaltación de la primavera, y que expresa una gran
cantidad de significados sociales. También son reconocidos sus talleres
de forja, que producen exquisitas piezas de artesanía.
Otra villa de
interés es Mora de
Rubielos, cuyo patrimonio medieval ha
merecido la declaración de
Conjunto Histórico-Artístico.
Monreal del Campo,
Gea de Albarracín o Alcalá de la Selva completan el recorrido por los
alrededores de la capital.
A la hora de
buscar alojamiento, Teruel ofrece la posibilidad de pernoctar en el
Parador de Teruel,
un palacete de inspiración mudéjar situado en las afueras de la capital.
Al nordeste de la provincia, en plena sierra del Maestrazgo, se
encuentra el Parador de
Alcañiz, en un castillo-convento de
los siglos XII-XIII.
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